Es una tortura cuando el despertador suena a las 3’15 de la madrugada, y más si es para volver a casa; cerramos las
maletas, nos aseguramos de no dejarnos nada y sin desayunar, salimos de nuestro
pisito.
Pedimos un Bolt que vino muy rápido (un
par de minutos como mucho), tardaríamos algo menos de media hora en llegar al
Aeropuerto y nos costó 7.070 Ft (20’88 €). Si nuestro vuelo hubiera salido a
horas más normales, hubiéramos cogido el bus, pero para eso había que andar más
de 10 minutos cargados con las maletas, y suponía levantarse todavía más
pronto; por eso nos decidimos por el taxi, y la verdad que tampoco salió mal de
precio.
Al llegar, la rutina de todos los
aeropuertos, facturamos, pasamos el control y a desayunar, pedimos un par de
capuchinos y un par de bollos, nos costó 3.280 Ft (unos 10 €), bastante caro
comparándolo con el desayuno del Aeropuerto de Valencia, además el capuchino
estaba malísimo, yo me lo deje.
Luego compramos agua en la tienda del
Duty Free, que nos costó 440 Ft, con lo que de dinero en metálico sólo nos sobraron
20 Ft, mejor no se puede cuadrar.
El vuelo salió a su hora, las 6’15 y
llegamos al Aeropuerto de Frankfurt con unos 15 minutos de retraso de su hora,
que era las 8’00. Aunque solo teníamos una hora y media de escala, no supuso
ningún problema, porque sólo tuvimos que movernos unas pocas puertas.
Nuestro vuelo a Valencia por lo visto
iba lleno, porque estaban buscando voluntarios para facturar la maleta de mano,
nosotros como voluntarios no nos ofrecimos, igual luego nos tocaba obligatoriamente,
pero vamos, que voluntarios para facturar la maleta de mano a cambio de nada,
no. El embarque fue algo caótico, y el bus que nos llevó al avión iba a
reventar.
El vuelo a Valencia tenía la salida a
las 9’35 y salimos con unos 15 minutos de retraso, poco tiempo para lo que
parecía, porque entre el caótico embarque y el lío de la facturación de las
maletas de mano, pensábamos que iba a ser más tiempo. Al final llegamos a
Valencia con esos 15 minutos de retraso, de su hora que era las 11’50.
Recogimos la maleta, y fuimos al parking
Aena, pagamos en la máquina 56’40 €, (que viene a ser más o menos lo que a
nosotros nos costarían los dos taxis que necesitaríamos), cuando reservas parking en Aena, te da un tiquet como al entrar en cualquier parking, pero con
tu tarifa ya cerrada, y es a la vuelta cuando hay que pagar, como si fuera un
parking normal.
Y ya en casa, a volver a la rutina; contentos,
porque por fin habíamos ido a dos ciudades como Praga y Budapest, que teníamos
hace tiempo en mente, pero no sabíamos muy bien como encajar, y para ser
invierno el tiempo había estado muy bien.
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