Día 5: Bratislava

Hoy tocaba madrugón, así que pusimos el despertador 6 de la mañana, ducha rápida, cerramos maleta y a desayunar. A las 7 estábamos saliendo, buscamos tanto en Uber como en Bolt, y elegimos Bolt porque de una tarifa de 100 Kč, tenía un descuento y se quedaba en 60 Kč (2’40 €).

En unos 10 minutos llegamos a la estación Praga hlavní nádraží (que abrevian como hl. n.), y aunque pensábamos que el billete que teníamos era válido para subir, como teníamos tiempo de sobra, preferimos confirmarlo; así que pasamos por información y nos dijeron que con ese billete se podía subir al tren, buscamos la vía y allá que nos fuimos. Los billetes los compramos desde casa días antes, costaron los dos 780 Kč (31 €).


Cuando llegamos al andén, el tren ya estaba, habíamos elegido los dos asientos de ventanilla, era un vagón con departamentos de seis personas, había un chico y otro que estaba en uno de nuestros sitios que se tuvo que ir. El tren salió puntual a su hora, las 7’44, y el viaje eran alrededor de cuatro horas; en la primera parada subieron dos señoras, a las que ayudamos a dejar sus maletas arriba. El paisaje era bastante gris y aburrido, además durante gran parte del viaje los datos no funcionaron. Y pocos minutos más de las 11’50 que era su hora, llegamos a Bratislava hlavná stanica (que abrevian como hl. st.).




Al llegar a Bratislava, nuestra intención era coger un vehículo que nos llevara a nuestro apartamento, porque aunque no estaba lejos, ir cargados con las maletas no apetecía; mi móvil no cogía cobertura de datos, y el de Alfredo no tenía guardado el pago, así que decidimos ir al primero de la fila, a la vieja usanza; que ilusos, al subirnos Alfredo comenzó a buscar el taxímetro y al enseñarle al taxista la dirección a dónde íbamos, nos dijo que eran 15 €, así que salimos y cogimos nuestras maletas, sabíamos que ese precio era abusivo.

Nos paramos un rato tranquilamente, y metimos los datos de pago en el móvil de Alfredo, pedimos un Bolt que tardó sólo un par de minutos en llegar; nos recogió un chico joven muy agradable (el otro era un abuelo de la vieja escuela) en un flamante Mercedes impoluto, el trayecto fueron 5 minutos y nos costó 3’20 €, ni más ni menos que nos habían intentado quintuplicar el precio.

Una vez en AMBIENTE APARTMENTS, acabamos de hacer el check-in (que previamente habíamos hecho online), en realidad sólo faltaba pagar las tasas (3’40 €); y por suerte la habitación ya estaba, cosa que nos venía genial, porque así ya podíamos dejar las maletas y no teníamos que estar pendientes de la hora de vuelta, porque la oficina de recepción cerraba a las 7 de la tarde. Tan sólo dejamos las maletas y ya nos fuimos, no queríamos perder tiempo, en esta época del año las horas de luz escasean.

Eran las 1 y algo del mediodía y fuimos directos a comer a uno de los restaurantes de nuestra lista, Funki Punki pancakes, pedimos el menú que era sopa del día y un crep salado a elegir, la sopa era de tomate y estaba riquísima, luego de postre pedimos un crep para compartir; la comida junto con las cervezas costó 13’80 €, no aceptaban tarjetas, así que pagamos en metálico, aunque tampoco nos suponía mayor problema porque la moneda volvía a ser el euro.






Luego subimos al CASTILLO DE BRATISLAVA (Bratislavský Hrad), esta fortaleza cuadrada fue construida en el siglo IX, sobre una colina rocosa junto al Danubio, en el siglo XVI se reconstruyó en estilo renacentista y en el XVII en estilo barroco, pero en el siglo XIX un gran incendio lo destruyó, y estuvo en ruinas hasta la década de 1950, cuando el gobierno local decidió reconstruirlo, finalizando las obras en 1968. Aunque no se entre al castillo, merece la pena acercarse y dar un paseo, que es lo que hicimos nosotros; no teníamos mucho tiempo y pensamos que no merecía mucho la pena entrar.





La verdad que las vistas desde aquí en esta época del año no son gran cosa; eso sí, puedes admirar lo grande y caudaloso que es el Danubio.


Bajamos tranquilamente paseando y fuimos al puente (tiene dos niveles, por arriba cruzan los vehículos y por abajo los peatones), que es desde donde se obtienen las vistas más bonitas del Castillo, desde lejos sí merece mucho la pena verlo.



Nuestra siguiente visita fue la CATEDRAL DE SAN MARTÍN (Katedrála sv. Martina), que fue el lugar donde se celebraban las coronaciones del Reino de Hungría entre 1563 y 1830. Horario lunes a sábado: 9 a 18, los jueves hasta 17. Horario domingo: 13’30 a 16. Entrada gratuita.

La Catedral vista desde la bajada del Castillo




Poco tardamos en ver lo tranquila y el poco turismo que tiene esta ciudad, a pesar de ser las cuatro de la tarde, sus principales calles, estaban muy tranquilas.


Ni siquiera en la PLAZA PRINCIPAL (Hlavne Namestie) había gente, destaca la Fuente de Maximiliano, en honor al primer emperador coronado en la ciudad.



El edificio que más destaca en esta plaza, es el AYUNTAMIENTO VIEJO (Stará Radnica), coronado por la Torre del Reloj y con un bonito patio interior.





Otra de las cosas famosas de la ciudad, son diferentes esculturas de bronce que hay repartidas por el centro; sólo vimos las que nos fuimos encontrando.

El trabajador que asoma por una alcantarilla

El simpático Schöne Naci, que siempre se quitaba el sombrero para saludar

El soldado en la garita

Después hicimos un descansito y nos tomamos un par de capuchinos (1’50 € cada uno), más flojillos que los que habíamos probado estos días anteriores, peor así entrábamos un poco en calor.


Volvimos al puente para tener la vista del Castillo durante el atardecer, aunque como entonces estaba nublado, no era muy diferente a la de antes.



Ya estaba anocheciendo, su centro histórico es muy pequeño y ya no sabíamos muy bien a donde ir, así que fuimos a tomarnos una cerveza a 17’s Bar, el local era muy confortable y agradable, lo que no nos gustó, es que cuando nos trajeron las cervezas (2 € medio litro), nos pidieran que pagáramos, cuando estábamos viendo que con el resto de clientes no lo hacían, y además a nosotros no nos trajeron el ticket, mientras veíamos que a las otras mesas sí.


Si durante el principio de la tarde veíamos poca gente por la calle, cuando se hizo de noche todavía menos, la mayoría del turismo que llega a Bratislava, ni si quiera pasa noche (muchos vienen desde Viena a pasar el día). Así que comenzamos a dar por finalizada nuestra jornada turística, y decidimos ir nuevamente al puente a ver el Castillo de noche, y también a la plaza principal para verla iluminada.





Durante el día, cuando pasamos por los restaurantes íbamos mirando, pero entre que la comida checa no nos había convencido estos días anteriores y la eslovaca debía ser similar, decidimos pasar por un súper que teníamos cerca de nuestro pisito (Billa) y comprar un poco de pan y fiambre para hacernos unos bocatas y cenar en casa, aprovechando que teníamos un saloncito muy agradable y confortable.


Una nueva ciudad, que aunque no tiene tantos atractivos como sus vecinas, sí que merece la pena, pero casi me atrevería a decir que en una mañana o una tarde se puede ver.

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